21 abr 2012

Lisboa, una ciudad que no se puede dejar pasar


















Quizás no sea la majestuosa capital de un imperio tan soberbio como lo fue  el de Portugal, quizás no sea la congestionada metrópoli llena de una vibrante actividad económica como Paris , Londres o Madrid; pero lo que si es, efectivamente , es una ciudad encantadora que vale la pena visitar. Sus calles están llenas de historia , sus habitantes difícilmente pondrían ser más amables , su gastronomía es exquisita, sus precios modestos, y su lengua tan compatible con el castellano que la barrera del idioma se hace débil y fácil de quebrar.  

Al igual que España, Portugal también estuvo habitada por los árabes, quienes además de exhibir un altísimo  grado de  civilización , dejaron una huella imborrable que 800 años después de su expulsión sigue estando allí. Prueba de ello es el castillo de San Jorge que se impone en una de las colinas más altas de la ciudad. Desde el castillo , la vista se compone de techos rojos  que bajan hasta la orilla del mar, desde allí aparece una visión panorámica que  le permitió  a quienes lo habitaban, identificar con anticipación  cualquier intento de invasión. Las condiciones del castillo son excelentes , ni si quiera el terremoto-tsunami que devastó la ciudad medieval hace unos siglos pudo acabar con él.  Recorrerlo y visitar sus jardines es una actividad que no se puede dejar pasar.

  Fue la navegación lo que le permitió a Portugal convertirse en el poderoso imperio que llegaría  a tener presencia en tres continentes además de Europa, y fue Vasco de Gamma a finales del sigo XV, el navegante que encabezaría los primeros viajes en los que se descubriría parte del África  y se encontraría una ruta nueva para el comercio de especies.  Su restos reposan en el convento de San Jerónimo , un gigantesco templo cristiano que hoy en día es considerado por la UNESCO patrimonio cultural de la humanidad. A través de él se demuestra que aunque  la iglesia católica cometió muchos errores como imponer el terror , y torturar a quienes tuviesen una manera diferente de pensar, también hubo muchos aciertos como  construir  joyas arquitectónicas de incalculable valor por toda Europa.

Otro atractivo de la ciudad son las Panaderías. Entrado en ellas es imposible no recordar las de Caracas que en su mayoría fueron fundadas por Portugueses que llegaron a Venezuela buscando un futuro mejor.   A pesar de que no cuentan con el delicioso cachito de jamón como en las caraqueñas , sus productos no dejan de ser deliciosos, sobre todo los típicos pastel de nata y  salame de chocolate. Lo mejor de todo son sus precios , especialmente para quienes vivimos del cada vez más devaluado bolívar “fuerte”.
 La mejor manera de recorrer la ciudad es a pie, sus calles son de fácil acceso , sus distancias cortas , y gran parte  del casco histórico se encuentra  en una zona plana y fácil de transitar. Caminando se llaga al palacio real que hoy en día es sede del ministerio de finanzas, caminando se llega a la plaza del rossio en la que  se encuentra el teatro nacional, y si los pies no dan para más se tiene el argumento perfecto para tomar el antiguo tranvía que llega hasta el barrio alto. Ubicado en una de las colinas de la ciudad , es un espacio bohemio , refugio de poetas y excelente opción para ir a cenar. Cuenta con diversas opciones gastronómicas , desde la comida regional hasta lo más diverso de la comida internacional.

Es cierto , Lisboa no es una ciudad mágica como Roma o Paris que hechizan sin ni siquiera haber estado en ellas, pero de los dos días que la recorrí, puedo decir que es un sitio agradable y que atracciones no le faltan.  Hubiese podido extenderme hablando del acuario, del modernísimo centro Comercial Vasco de Gamma, del palacio de Simtra , la torre de Belem o el museo de Arte.  Estando allá fue muy agradable encontrarme con Portugueses  que sabían más de mi país de lo que me podía imaginar, no como en otros lugares en donde tengo que recordarles que Venezuela es parte del planeta tierra.

Barrio alto
Plaza del Rocio

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