Desde la insoportable cola que se forma en la autopista puedo divisar uno de los incontables cerros de Petare, no han pasado más de quince segundos y el carro de atrás me recuerda con un fuerte cornetazo que tengo que seguir avanzando. Devuelvo mi mirada hacia el cerro, y me pregunto si será verdad el dato que vi en la universidad que dice que más de un millón de personas viven en esa barriada, sigo avanzando, esta vez trato de cambiarme de canal pero la imponente camioneta que está a mi derecha me bloquea el paso. En mi segundo intento logro que me dejen pasar, y al aprovechar la generosidad del esta vez amable conductor, un motorizado me recibe con otro cornetazo, un golpe en el capó y una mentada de madre. Sigo avanzando en el tráfico y me pregunto como puede haber tanta agresividad, sobre todo en un país donde la gasolina y la cerveza son más baratas que el agua.
Venezuela es el quinto proveedor de petróleo en el mundo entero, por lo tanto es lógico que sus habitantes se beneficien de su principal producto de exportación. Ahora, valdría la pena preguntarse : ¿Realmente nos estamos beneficiando ? Pues con una gasolina que cuesta $ 0,07 el litro pareciera que sí. Sin embargo, en países como Noruega en donde también el petróleo se exporta en gigantescas cantidades, la gasolina cuesta alrededor de $ 2,50 por litro. ¿Por que será que ellos no se benefician?
En mi opinión, el bajo costo de la gasolina no hace más que deteriorar la baja calidad de vida del venezolano. Si tomamos en cuenta que el 80% de la gasolina es usada para transportar el 20 % de la población, es muy poca la gente que se “beneficia”, además el pequeño grupo que cuenta con acceso a vehículos particulares, entre los que me incluyo, esta condenado a soportar horas de tráfico y condenado a madrugar (como en mi caso) para poder llegar a tiempo. Me parece que sería más lógico utilizar el dinero que se pierde con el subsidio en vías nuevas, o mejor aun se podría desarrollar un sistema de transporte público decente, compuesto por una amplia red de trenes, que le llegue al 100% de la población.
Si aumentáramos el precio de la gasolina, podríamos librarnos fácilmente de aquellos parásitos que cruzan la frontera para chuparse nuestro subsidiado combustible y luego venderlo a seis o siete veces el precio original. Recuerdo cuando estaba en Santa Elena de Uairen , un pueblo a dos horas de la frontera con Brasil, que se podían ver vehículos con placas brasileñas por todos lados. Más tarde el dueño de la posada nos explicó que todos ellos venían a llenar el tanque en la mañana para luego vender la gasolina en Boa Vista , un pueblo brasileño que queda como a cinco horas de allí. ¿Y no consumen lo que van a vender en el camino?, pregunté. Sí , pero modifican el tanque de tal manera de que puedan llenar tres veces su capacidad original, respondió. Unos días más tarde mi papá tuvo que ir a la bomba a las cuatro de la madrugada porque la gasolina que llegaba en la mañana se acababa antes del mediodía.
A la final el caso de la gasolina se anexa a una larga lista de casos curiosos que ocurren en Venezuela , y este queda apenas a la sombra de otros que florecen más aun por su curiosidad como lo son : la inflación más alta de América latina y el mundo, las miles de toneladas de alimentos que se consiguieron podridos el año pasado, que se traduce en comida suficiente como para dar una arepa y un vaso de leche diariamente a los 30 millones de venezolanos por un año, el petróleo que se le regala a cuba a cambio de “Servicios de Salud” , un control de cambio que lleva más de siete años y muchas otras curiosidades más.
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