Eran casi las seis de la mañana cuando llegó el taxi que nos iba a llevar al aeropuerto Charles de Gaulle de París, de allí, tomamos un vuelo de tres horas y media en el que alrededor de la dos de la tarde hora local, llegamos a la ciudad de Estambul. Un moderno aeropuerto nos recibió, en él, transitaban turistas de todas partes del mundo, desde la cola de inmigración se podía apreciar el coctel de razas del cual formábamos parte. Recogimos nuestras maletas y al poco tiempo reconocimos al encargado de trasladarnos al hotel.
Durante el largo recorrido que nos esperaba se podían observar las diferentes etapas de una ciudad que aloja hoy en día a más de 15 millones de habitantes. Desde las afueras se asomaban pequeños edificios residenciales que resaltaban por su relativa modernidad, pero mientras el vehículo avanzaba , la ciudad iba retrocediendo en el tiempo.
De un lado, se presentaba el mar Marmara, un mar que pica la ciudad en dos y la vez es responsable que Turquía tenga una pata en Asia y otra en Europa. Seguíamos avanzando y esta vez la ciudad se veía salpicada por muros romanos que aparecían por todos lados, hasta que nos conseguimos con los restos de la gran muralla que rodeaba a la ciudad en los tiempos que su nombre era Constantinopla, una del las ciudades más importantes del imperio romano y posteriormente capital del imperio bizantino.
Después de atravesar la gran muralla comienza la ciudad árabe Otomana, debo confesar que observándola desde el carro no me llamó mucho la atención , lo único que alcanzaba a observar eran edificios descoloridos y locales comerciales que no acaban nunca. Finalmente fue como a las cuatro de la tarde que llegamos al hotel, descubrimos que tenia una terraza en el último piso, subimos para curiosear y ahí si se produjo el hechizo. Dos mares se podían observar , uno de techos rojos que era interrumpido por imponentes mezquitas que hacían el papel de islas , y del otro lado se proyectaba el Marmara esta vez repleto de Barcos.
Estambul es una ciudad llena de contrastes, por un lado en sus calles hay una fuerte presencia de la hegemonía árabe pero a la vez un irremovible pasado que pertenece a occidente. Uno de los monumentos más importantes que fuimos a visitar fue la catedral de Santa Sofía, que en la época bizantina era el edificio más importante de la ciudad, hoy en día no está lejos de serlo. En ella todavía sobreviven exquisitos mosaicos que representan escenas de la Biblia, combinados con fuertes inscripciones árabes repartidas dentro del templo que muchas veces representan fragmentos del Corán. Desde afuera se puede contemplar la imponente arquitectura del templo , que ofrece un majestuosidad comparable quizás con la catedral de Notre-Dame en París.
Unos días después nos tocó visitar la ciudad de Ankara, actualmente la capital del país. Lo primero que visitamos fue el museo de las civilizaciones , este contiene piezas arqueológicas encontradas en Turquía con a veces hasta más de diez mil años de antigüedad. Recorriéndolo se pueden observar remotas manifestaciones artísticas realizadas con sangre animal. Por otro lado las tablillas en donde están escritos los textos más antiguos de la humanidad. Es una excelente atracción que vale la pena recorrer, no en vano se ganó el premio de mejor museo de Europa en 1997.
Otro atractivo turístico que ofrece Turquía son las cavernas bizantinas ubicadas en la región de Capadocia, consiste en un infinito complejo de cuevas conservadas en perfecto estado que estuvieron habitadas durante siglos. Hasta iglesias con frescos enteros se pueden encontrar allá adentro. Durante el día se realizan extraordinarios paseos en globo en donde se pueden observar ruinas de ciudades antiguas.
Después de visitar las cuevas nos dirigimos hacia nuestra ultima parada, Efeso. Se trata de una ciudad griega abandonada que fue rescatada por arqueólogos austriacos en el siglo XIX, esta cuenta con impresionantes anfiteatros , calles , restos de bibliotecas , esculturas, fuentes y hasta baños de más de dos mil años de antigüedad.
Turquía es un país sorprendente, siempre pensé que era un país subdesarrollado, me equivoqué, si no es un nación desarrollada esta muy cerca de serlo. Cuenta con unos habitantes que reciben cálidamente a los turistas, sin importar de donde vengan, me sorprendió la cantidad de veces que me hablaron en español. Ahora desde Caracas lo único que puedo decir que nos faltó fue tiempo, para seguir recorriéndolo.
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