Quizás no sea la majestuosa capital de un imperio tan soberbio como lo fue el de Portugal, quizás no sea la congestionada metrópoli llena de una vibrante actividad económica como Paris , Londres o Madrid; pero lo que si es, efectivamente , es una ciudad encantadora que vale la pena visitar. Sus calles están llenas de historia , sus habitantes difícilmente pondrían ser más amables , su gastronomía es exquisita, sus precios modestos, y su lengua tan compatible con el castellano que la barrera del idioma se hace débil y fácil de quebrar.
Al igual que España, Portugal también estuvo
habitada por los árabes, quienes además de exhibir un altísimo grado de civilización , dejaron una huella imborrable que 800 años
después de su expulsión sigue estando allí. Prueba de ello es el castillo de
San Jorge que se impone en una de las colinas más altas de la ciudad. Desde el
castillo , la vista se compone de techos rojos que bajan hasta la orilla del mar, desde allí aparece una
visión panorámica que le permitió a quienes lo habitaban, identificar con
anticipación cualquier intento de
invasión. Las condiciones del castillo son excelentes , ni si quiera el
terremoto-tsunami que devastó la ciudad medieval hace unos siglos pudo acabar
con él. Recorrerlo y visitar sus
jardines es una actividad que no se puede dejar pasar.
Fue la navegación lo que le permitió a Portugal convertirse en el
poderoso imperio que llegaría a
tener presencia en tres continentes además de Europa, y fue Vasco de Gamma a
finales del sigo XV, el navegante que encabezaría los primeros viajes en los
que se descubriría parte del África
y se encontraría una ruta nueva para el comercio de especies. Su restos reposan en el convento de San
Jerónimo , un gigantesco templo cristiano que hoy en día es considerado por la
UNESCO patrimonio cultural de la humanidad. A través de él se demuestra que
aunque la iglesia católica cometió
muchos errores como imponer el terror , y torturar a quienes tuviesen una manera
diferente de pensar, también hubo muchos aciertos como construir joyas arquitectónicas de incalculable valor por toda Europa.
Otro atractivo de la ciudad son las
Panaderías. Entrado en ellas es imposible no recordar las de Caracas que en su
mayoría fueron fundadas por Portugueses que llegaron a Venezuela buscando un futuro mejor. A pesar de que no cuentan con el delicioso cachito de
jamón como en las caraqueñas , sus productos no dejan de ser deliciosos, sobre
todo los típicos pastel de nata y salame de chocolate. Lo mejor de todo son sus precios , especialmente
para quienes vivimos del cada vez más devaluado bolívar “fuerte”.
La
mejor manera de recorrer la ciudad es a pie, sus calles son de fácil acceso ,
sus distancias cortas , y gran parte
del casco histórico se encuentra
en una zona plana y fácil de transitar. Caminando se llaga al palacio
real que hoy en día es sede del ministerio de finanzas, caminando se llega a la
plaza del rossio en la que se
encuentra el teatro nacional, y si los pies no dan para más se tiene el
argumento perfecto para tomar el antiguo tranvía que llega hasta el barrio
alto. Ubicado en una de las colinas de la ciudad , es un espacio bohemio , refugio
de poetas y excelente opción para ir a cenar. Cuenta con diversas opciones
gastronómicas , desde la comida regional hasta lo más diverso de la comida
internacional.
Es cierto , Lisboa no es una ciudad mágica
como Roma o Paris que hechizan sin ni siquiera haber estado en ellas, pero de
los dos días que la recorrí, puedo decir que es un sitio agradable y que
atracciones no le faltan. Hubiese
podido extenderme hablando del acuario, del modernísimo centro Comercial Vasco
de Gamma, del palacio de Simtra , la torre de Belem o el museo de Arte. Estando allá fue muy agradable
encontrarme con Portugueses que sabían
más de mi país de lo que me podía imaginar, no como en otros lugares en donde
tengo que recordarles que Venezuela es parte del planeta tierra.
Barrio alto |
Plaza del Rocio |
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