Además de medio siglo de historia compartida
, palestinos e israelíes tienen otro elemento en común que los identifica , se
odian los unos a los otros. Quizás no el cien por ciento de ellos ciertamente
pero si la mayoría aunque en mayor y menor grado. En medio de tantas guerras la minima noción de racionalidad
necesaria para juzgar objetivamente y bajar las tensiones escasea más que el
agua en el desierto que viven.
El problema es difícil y complejo , quizás
por eso la película Una botella en el mar de Gaza se centra más en contar el conflicto desde la perspectiva de
vidas comunes y corrientes de lado y lado, y no en pensar quien tiene o no la culpa.
Del lado de Israel los judíos lograron
construir un país desarrollado sin contar con grandes recursos, envidiable
logro sin duda , pero aun así la
calidad de vida es frágil por la angustia de poder ser la próxima victima de un
atentado terrorista si el azar así lo determina. Pero en Palestina es más
difícil todavía, cuentan con un país dividido geográficamente en dos mitades
atravesadas por Israel , se les niega la posibilidad de construir un estado ,
la pobreza es abundante, y en momentos de guerra el sufrimiento crece
exponencialmente.
El mensaje de la película en el fondo es un mensaje optimista porque aunque no
proponga una solución para la guerra nos muestra una salvación individual posible , el que deja de odiar progresa
y el que progresa probablemente no odia. En tiempos en que la semilla del odio
todavía es tan fácil de cultivar el mejor antídoto para combatirlo es a través
del arte, en este caso el cine, desde la ficción, contando una historia inventada que no es
real pero que nos enseña como el odio y las emociones distorsionan nuestra realidad.
@PedroManceraS
@PedroManceraS