27 abr 2013

Austria Hungría y el comunismo



The problem with socialism is that you
eventually run out of other people's money.”
Margaret Tatcher

 De ese viaje fue Viena la ciudad que más me marcó. Tres días no fueron suficientes como para decir que la conozco pero si al menos para decir que me quedé con el sabor de su esencia. Una de las bibliotecas antiguas más grandes del mundo , sus calles , parques , palacios (Beldevere y Shonbrunn), y su maravilloso sistema de trenes no hacen más que desee ansiosamente regresar a conocerla. Aun así, en estos días de fuerte tensión política en los que no se puede pasar demasiado tiempo sin ver las noticias,  lo que más me viene a la memoria son los  países que visitamos a un paso más allá de Austria, esos que hacia no más de 25 años eran dominados por el comunismo soviético.

Después de Viena vino Budapest. La capital de Hungría no era precisamente el centro político de un país tan desarrollado como Austria, pero si una ciudad que dejaba ver la importancia que había tenido en el imperio de los Habsburgo. Budapest fue un 60% destruida en la segunda guerra mundial, - nos decía la guía turística – Viena apenas un 30%. Sus grandes avenidas, la opera, sus edificios, las iglesias , el parlamento, sus puentes sobre el río Danubio etc. dejaban ver que la ciudad quiso ser en algún momento una Paris de Europa del este.

Pero el pasado que más me llamó la atención de Budapest no fue ni el de la segunda guerra mundial ni el del imperio Austrohúngaro, sino el más inmediato : el de la Budapest perteneciente a la Rusia comunista, el pasado del cual apenas habían pasado dos décadas y que estaba más a la vista.

Claramente el sistema de trenes de Hungría no era el mismo de Austria. Si para ir de Viena a Salzburgo nos movilizó un ultramoderno tren más preciso en el tiempo que un reloj suizo; en el viaje hacia Szentendre – un acogedor pueblo a las afueras de Budapest – utilizamos un vagón viejo oxidado que con sus ruidos y lamentos lloraba por un pronto un reemplazo. Fue en ese pueblo, en una librería de la plaza central, donde conseguí el libro que me iba a responder muchas de mis preguntas, y crear nuevas por su puesto, sobre el comunismo en Europa. Se llama Revolution 1989 de un periodista precisamente Húngaro llamado Victor Sebestyien.   

 La historia se extiende por la lucha en cada uno de los países comunistas. Cada caso ligeramente distinto del otro, pero en fin casi idénticos en muchas cosas. Sobre todo en el uso del terror y la fuerza para mantener a raya a una población que pedía a gritos libertad. Sacar al ejercito para dispararle en Praga a manifestantes que pedían un socialismo más humano. Utilizar cuerpos de inteligencia  de dimensiones intergalácticas para espiar a la población. Control absoluto sobre los medios de comunicación. Y una buena remuneración para los que hacían el trabajo que los regimenes tanto necesitaban, reprimir.

Pero más allá de la represión y del acorralamiento a la libertad señala que el derrumbamiento del sistema soviético estuvo en que no se supo hacer sostenible en el tiempo.  La única solución para poder salir de tensiones económicas era pedir  prestado. Pedir prestado para mantener absurdos subsidios y no para invertir en desarrollo. Y cuando las tensiones económicas regresaban, la misma estrategia una y otra vez. ¿Y quien le prestaba a la Unión soviética? Sus banqueros enemigos acérrimos de occidente.

Según Sebestyen, a pesar del sofisticado sistema de espionaje de los EEUU, nadie pudo ver  con precisión la agonía económica que arrastraban los rusos y sus satélites. Para él, el gran cómplice de la caída del muro de Berlín en el 89 fue el mismo Mijail Gorbachov, quien en su intento para darle un rostro más humano al socialismo hizo más que nadie para destruirlo. En su cruzada para modernizar el sistema ayudó a socavar las bases sobre la cuales se mantenía: la fuerza y el miedo.


11 abr 2013

Se regalan abrazos gratis




Santiago mira la avenida Tacna ,
sin amor : automóviles, edificios desiguales y
 descoloridos, esqueletos de avisos luminosos
 flotando en la neblina, el medio día gris.
¿En qué momento se había jodido el Perú?

Mario Vargas Llosa : Conversación en la catedral

Lo primero que hice después de pisar suelo colombiano fue preguntar por El olvido que seremos. En este libro Héctor Abad, entre otras cosas, relata la muerte de su padre asesinado a balazos por grupos paramilitares de derecha en los 80 en Medellín, una de las ciudades más violentas de uno de los países más violentos del mundo para ese momento. En pocas horas llegaría a la capital de ese país que fue es y será siempre tan parecido al mío.
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Independientemente del motivo por el que se realice un viaje , siempre nos da la oportunidad de vernos a nosotros mismos en plural, ya sea como venezolano, como caraqueño, como mirandino o como hatillano ; cuando se hace un viaje siempre se logra mirarse desde la acera contraria y poder explorarnos mejor como conjunto.

Basta salir de Caracas para extrañar el imponente Ávila, el verde de sus árboles, la calidez de la familia y los amigos, la comida y el entrañable clima. Pero también al visitar la capital del país vecino y encontrar que es normal no sentir miedo al caminar por la calle, que en la noche se puede dormir tranquilo y que al entrar al ascensor  cualquier extraño que jamás verás de nuevo en tu vida te recibe con los buenos días, sin esconder un “no te equivoques que no sabes quien soy yo”   en la mirada, es razón para sospechar que de donde uno viene las cosas no marchan bien.

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 Cuando íbamos a Venezuela a visitar a la primas de Caracas decíamos que íbamos a los EEUU pequeños, nos cuenta María del Carmen, prima hermana de mi abuela por el lado Sader.  Abastos llenos , autopistas modernas , y una capital que destilaba progreso y oportunidades es lo que imagino mientras escucho la descripción de la ciudad que se encontró en aquellos tiempos.  Más adelante uno de sus hermanos decidió irse a vivir a esa ciudad tan lejana y distante de  la de hoy en día. Con su título de ingeniero consiguió trabajo en una petroquímica, oportunidades, y el bienestar que en ese momento su país no le ofrecía. Hoy cuando estoy ya cerca de graduarme no puedo más que envidiar la situación de aquel momento de aquel primo de la rama colombiana de la familia.

Otra de nuestras anfitrionas , Cecilia Codavic, nos llevó a pasear por Bogotá y además de deleitarnos con su amabilidad y simpatía nos enseñó los sitios más y menos turísticos de la capital. Con ella fuimos a la casa de Bolívar, al Mueso Nacional - una antigua cárcel de la época de la colonia restaurada y convertida en museo de arte- , a la Biblioteca Nacional y más tarde a tomar café y comer obleas en su apartamento.  Entre los temas de conversación siempre regresábamos recursivamente a las situaciones políticas de ambos países. Acá hay muchos venezolanos  que se han venido a vivir - nos cuenta - sobre todo en cuestiones de petróleo, son muy  trabajadores y se han adaptado bien.

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Dos días antes del partido de fútbol contra Venezuela se sentía  la euforia en las calles. Y no era para menos. La selección colombiana venía de haber ganado varios juegos seguidos y se encontraban de segundos detrás de Argentina en la tabla para la clasificación al mundial . Banderas en los restaurantes y los carros, comentarios del partido en la radio y la televisión , titulares en primera página de la prensa , conversaciones por montón en la aceras en las que cuando intervenía me aseguraban  algunos que la victoria sería para Colombia por goleada, otros más sensatos que la selección se encuentra en mejor momento que la de Venezuela y unos más inteligentes que en el fútbol nunca se sabe con seguridad porque no hay nada escrito.

La cierto es que cuando Venezuela marcó el primer y único gol del partido en el minuto 17  las miradas de los  que también veían el partido en frente del hotel se clavaron con muy poca simpatía en nosotros los venezolanos que celebrábamos con emoción el gol de Salomón.

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Más allá de la situación económica de prosperidad que parece envolver a Bogotá lo que más le envidio de la capital del vecino país es la paz que hay en cada una de  sus calles. Paz , poca agresividad , respeto, cordialidad y sobre todo justicia.
 Después de regresar de Bogotá, muchos venezolanos se sienten pesimistas por la situación que vive nuestro país en general. A mi me sucedió todo lo contrario. Viendo con mis propios ojos como han logrado ganarle terreno al caos y a la desidia sin necesidad de presupuestos millonarios sino más bien con orden y autoridad , no puedo dejar de pensar que en Caracas también podremos lograrlo de nuevo.   

Nota:  Lo de los abrazos gratis me lo conseguí en una cliclovía que se organiza en Bogotá domingos y feriados.  Mientras venía de regreso al hotel me encontré en la vía promotoras que sostenían un aviso que decía :” Se regalan abrazos gratis”. Quizás el cansancio físico, la turbación , y el frío me hicieron desconfiar de lo que veían mis ojos. Lo cierto es que para la próxima visita me traeré en mi haber a Caracas el recuerdo de numerosos abrazos de oso.