Algunos la buscan y la consiguen, otros la desean
y jamás les llega; y otros sin querer llegar a ella se la tropiezan como si
fuera una piedra atravesada en el camino. Quizás en estos últimos años en los
que el Internet nos acerca de los que están más lejos y nos separa de los que
están más cerca, se puede ser famoso de una manera más fácil y
rápida. Gracias a Youtube ahora con talento o por ausencia de este es mucho más
fácil ser famoso. Confirma mi hipótesis una señora de más
seis décadas apodada como La
tigresa del Oriente quien difunde sus canciones llenas de sabiduría por
toda la red. Su éxito Nuevo amanecer tiene
ya más de 9 millones de vistas y su fama es tal que hasta giras internacionales
ha realizado.
Si Héctor Lavoe estuvo buscando la fama o no, no lo sé,
todavía no me he leído ninguna biografía de 1000 páginas
como para averiguarlo. Lo que si me atrevo a afirmar es que fue víctima de
ella, y que quizás su vida hubiese sido menos tormentosa de haberse mantenido
en el anonimato. Claro que es muy fácil decirlo sabiendo ya como termino
todo. Probablemente quienes más nos beneficiamos de su fama fuimos por un
lado sus oyentes , que todavía nos deleitamos con sus canciones , y
por otro lado sus productores que consiguieron en él una mina de oro.
Aunque no la escribió Héctor pues fue en regalo de Rubén Blades, la canción El cantante difícilmente hubiese podido ser interpretada mejor por alguien que no fuera él. ¿Por su orquesta? ¿Por su tono de voz?. Sí, y también porque era él mismo quien protagonizaba la historia que cuenta la canción. Héctor, en el escenario sonaba como un espíritu alegre , lleno de vida, de emoción, que lo tenía todo: dinero, fama y aplausos. Al bajarse era un ser humano cualquiera, y un esclavo de las drogas.
La detestaba tanto que hasta una canción le dedicó: yo soy la fama.
Aunque no la escribió Héctor pues fue en regalo de Rubén Blades, la canción El cantante difícilmente hubiese podido ser interpretada mejor por alguien que no fuera él. ¿Por su orquesta? ¿Por su tono de voz?. Sí, y también porque era él mismo quien protagonizaba la historia que cuenta la canción. Héctor, en el escenario sonaba como un espíritu alegre , lleno de vida, de emoción, que lo tenía todo: dinero, fama y aplausos. Al bajarse era un ser humano cualquiera, y un esclavo de las drogas.
La detestaba tanto que hasta una canción le dedicó: yo soy la fama.
Héctor Lavoe murió cuando murió su hijo
de 18 años, dijo uno de sus músicos. Después lo que quedó de él continuó
cantando y dando conciertos, incluso después de su accidente – se cayó de un octavo
piso - sus productores lo obligaron a continuar su gira, con medio rostro
paralizado balbuceaba sus éxitos. Meses
después murió lo que quedaba de él.
¿Cuantos cantantes y actores no habrán
soñado con ser famosos sin conseguir después la manera de sacudirse la fama de
encima? Mayor será la cifra, supongo, de los que quisieron ser famosos y no lo
lograron. La tigresa del oriente no parece encajar en ninguna de estas dos
clasificaciones , es muy famosa y disfruta y goza de su fama como un becerro
que mama la teta de una vaca. Su status de celebridad no parece haberle cobrado de ninguna manera. Después de
haber visto sus videos – aclaro que con el único propósito de que me ayudaran a
escribir esto – concluyo que ese tipo de fama solo se logra con un precio bastante alto: el
ridículo.
Es chevere ser grande , pero es más grande ser chevere.
Hector Lavoe